Hacer una delimitación conceptual de la estética
desde un horizonte metódico supone apostar por una modernidad sobre la que hay
disparidad de concepciones. Efectivamente, ha sido muchas veces objeto de
controversia si la estética se ha de considerar como disciplina antigua o
moderna, si vino al mundo en el siglo XVIII o se formó en la antigüedad
greco-romana. Como ya he señalado, Benedeto CROCE se coloca al lado de los que
afirman su modernidad.
Al comenzar su historia de la estética en la
antigüedad greco-romana, tiene el propósito de mostrar cómo precisamente no se
encuentra en la antigüedad una conciencia refleja del conocimiento estético.
Sin embargo, no es corriente encontrar esta
orientación en los estudios de estética. Los autores coinciden en señalar a
BAUMGARTEN como su iniciador; pero, junto a esta afirmación, la práctica usual
es comenzar la historia de la estética remontándose
a los preludios del pensamiento clásico. Responde este modo de proceder a una
orientación eminentemente temática, que obliga a retrotaer hasta la
antigüedad el estudio de los problemas que habitualmente se engloban
bajo la denominación de «estética».
La dificultad de este planteamiento es que no
atiende suficientemente al hecho de que la estética como parte autónoma de la
filosofía es una consecuencia del giro característico del pensamiento moderno.
Filosofía moderna y estética tienen el mismo origen: el giro gnoseológico de la
reflexión filosófica. No se trata de una inflación de subjetivismo que alumbre
una temática nueva en torno a las llamadas ciencias del espíritu; no se
trata de lo que algunos autores han calificado de aparición de la conciencia
estética. La filosofía es indiscernible de la reflexión. Si los griegos
pensaron sobre la belleza, hay que admitir que tuvieron conciencia estética. La
filosofía de PLATÓN establece el estatuto de un saber que se sabe y, en
este contexto, hay que entender su teoría del saber como recuerdo (anamnesis)
. No cabe admitir pensamiento sin conciencia de él, o, lo que es lo mismo,
no cabe admitir pensamiento sin lo que posteriormente se denomina reflexión. Si
los griegos reflexionaron sobre la belleza, hay que afirmar —como se acaba de
decir— que tuvieron conciencia estética. La cuestión no es tanto el que exista
o no exista conciencia estética como la problematicidad que esta misma
conciencia estética alcanza en la filosofía moderna. La estética nace como
parte autónoma de la filosofía cuando se problematiza la conciencia estética.
Así se puede decir que el objeto de tal ciencia recién nacida no es tanto la
belleza, como la interrogación sobre la posibilidad de su captación o
experimentación.
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